El ardor de la sangre. Irène Némirovsky. 1942.
“Cuando la dejé marchar, ya la quería menos”
Muerte trágica y prematura en Auschwitz la de esta maravillosa escritora, desconocida en España hasta la publicación de Suite Francesa (2005), aunque en su época fue una escritora muy reconocida en Francia.
Nacida en la Rusia zarista, en Kiev (hoy Ucrania), en 1903, pertenecía una familia muy adinerada, pues su padre, León Némirovsky, era uno de los más poderosos banqueros de Moscú. Hija única, abandonada por su padre (siempre ocupado por sus negocios) y por su madre (que no la quería e incluso la odiaba y sólo la tuvo para contentar al marido), vivió educada por sus niñeras e institutrices. Como detalle, los veraneos los pasaban en la Costa Azul o Biarrtiz, sus padres en el hotel más lujoso del lugar y ella, con los criados, en pensiones modestas. Cuando creció, su madre la veía como una rival en sus conquistas (vivía en una plena fiesta) y como un recordatorio de su propia vejez y la obligaba a vestirse como una niña. Irène siempre odio a su madre y se vengó de ella y de su padre en los personajes de sus novelas. En El baile, Jézabel y El vino de la soledad retrata a unas madres despiadadas que odian o menosprecian a sus hijas y todas se las dedicó “con cariño a mamá”. En David Golder retrata a un banquero con una mujer frívola y una hija consentida, que sacrifica su vida en aras de conseguir más dinero.
Cuando llegó la Revolución Rusa, en 1917, Irène y su madre se encontraba en su casa de San Peterburgo y su padre pensó que era mejor que se fueran a Moscú con él. Estuvieron escondidos durante un año (en el que Némirovsky leyó y leyó), esperando que la revolución fuera aplastada, pero cuando se puso precio a su cabeza, decidieron escapar disfrazados de campesinos. Después de unas breves escalas en Finlandia y Dinamarca, se afincaron en París en 1919. Irène se adaptó perfectamente a la vida en París, pues su francés era perfecto ya que la educó una institutriz francesa y pasaba sus veranos en este país. Además, se le daban bien los idiomas, pues parece ser que hablaba ruso, inglés, alemán, sueco y algo de vasco.
Comienza a integrarse en los locos años 20 parisinos, acudiendo a numerosas fiestas nocturnas, hasta que conoce en una al que será su marido en 1926, el ingeniero en física y electricidad, Michel Epstein.
Irène llevaba desde su niñez escribiendo, pero no será hasta que se case cuando decida intentar publicar: en 1929 manda el manuscrito de David Golder, escrita en francés, a varias editoriales sin poner su nombre (por aquello de ser mujer) y sin más dirección que un apartado de correos. El editor Bernard Grasset se emociona con la novela y le manda varias cartas al apartado que ella no responde. Desesperado por contactar con ella pone un anuncio en los periódicos, al que ella finalmente responde: no había podido contestar antes porque estaba dando a luz a su primera hija: Denise. Más tarde tendrá otra hija, Élisabeth. El éxito de la novela fue total y fue alabada por toda la crítica que la comparaba con Colette. Hasta su muerte publicó nueve libros y disfrutó de gran reconocimiento con todos ellos.
Aunque era judía, su relación con su raza ha provocado una reciente discusión: en la edición inglesa de Suite francesa se anularon dos frases de la prologuista en las que ésta afirmaba que ella odiaba a su raza. Sus biógrafos están divididos. Por un lado, parece que fueron frecuentes sus comentarios despectivos sobre ellos y que no era religiosa y estaba alejada de sus raíces judías. Parece ser que les veía como una raza diferente y menos digna. Además tenía amigos bastante antisemitas. Cuando en Francia se instauró el Gobierno fascista de Vichy y las cosas se pusieron duras para los Epstein, escribió a Pétain para decirle que, aunque judía de nacimiento, a ella misma le desagradaban los judíos y debía recibir un trato especial. Su marido más tarde, cuando la arrestaron a ella, escribió al embajador alemán en París diciendo que ella no hablaba con afecto de los judíos en sus obras. Además, ambos se convirtieron al catolicismo en 1939 de madrugada. Nada de esto les sirvió.
Por otro lado, hay otros que dicen que no odiaba a los judíos sino a ciertos judíos: los que supeditan todo a la consecución de más dinero. No le dio importancia a su raza hasta la llegada del fascismo y por eso tenía amigos tanto judíos como antisemitas furibundos. Justifican asimismo sus peticiones al gobierno nazi y su conversión al catolicismo por la desesperación ante la situación de depuración racial que se estaba dando.
Lo cierto es que, a pesar de su éxito, se le denegó en numerosas ocasiones la nacionalidad francesa y que, cuando todo se precipitó y fue perseguida y capturada, nadie, ninguno de sus amigos la ayudaron.
En 1940 se instaura en el sudoeste de Francia un gobierno afín al nazismo con el mariscal Pétain a la cabeza, con Vichy como capital. En octubre de ese mismo año se crea el primer estatuto del judío que deja al matrimonio sin trabajo (se le prohíbe a él trabajar y a ella publicar) a pesar de su conversión y les obligan a llevar la estrella amarilla. Ante esta situación deciden marcharse a Issy-l’Évêque, un pueblecito de la Borgoña francesa con sus hijas. Allí lee y escribe mucho: realiza una biografía de Chéjov, La vida de Chéjov, la novela Los fuegos de otoño y empieza entonces la redacción de Suite francesa, como su única arma de venganza, de plasmar la realidad de lo que estaba sucediendo en Francia: “¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida”. Cuando finalmente es detenida en julio de 1942 había terminado los dos volúmenes de los cinco que tenía planificados. Primero fue enviada al campo de Pithiviers y más tarde a Auschwitz, donde moriría el 17 de agosto de 1942 (no queda muy claro si de tifus o ajusticiada). Su marido luchó denodadamente por salvarla (incluso en cada comida exigía que se pusiera un plato para ella) y habló con cualquiera que pudiera ayudarla. Pero, tras la mencionada carta al embajador alemán, él mismo fue arrestado y mandado a Auschwitz, donde murió tres meses después que su esposa gaseado.
Pero la persecución nazi también la sufrieron sus hijas de 13 y 5 años, que tuvieron la suerte de tener una tutora magnífica que las escondió en su habitación cuando fueron los gendarmes a por ellas. Irène, cuando comprendió que no se salvaría, escribió un testamento a favor de la tutora de las hijas para que se pudiera ocupar de ellas si ellos desaparecían. Con ella escapan, escondiéndose hasta en cuevas, y arrastran con ellas un maletín que su madre les había dejado con sus manuscritos. Consiguen llegar a Niza donde vive su abuela en una gran mansión: la gran Fanny no les quiso ni abrir la puerta y les aconsejó desde dentro “puesto que vuestros padres han muerto, debéis vivir en un orfanato”. A la muerte de Fanny en 1989 en la caja fuerte de su apartamento en París sólo había dos libros, David Golder y Jézabel, en los que su hija presentaba a una madre desalmada.
Las chicas consiguieron salvarse, pese a que soportaron una persecución muy fuerte.
Cuando terminó la guerra, se publicaron tres obras que habían permanecido sin editar: La vida de Chéjov (1946), Los bienes de este mundo (1947) y Los fuegos de otoño (1948). Después de esto, el olvido. Cuando sus hijas crecieron Elizabeth se convirtió en escritora y, a pesar de que había perdido a su madre con cinco años, publicó una biografía sentimental e imaginada de su madre: El mirador. En cuanto al manuscrito que guardaba el maletín que ambas salvaron, ninguna se atrevía a leerlo. Creían que el cuaderno marrón albergaba un diario de su madre y su dolor era tan grande que no se veían con fuerzas. Cuando Denise pudo hacerlo no se dio cuenta enseguida de que era una novela, porque la letra era pequeñísima y estaba desordenada. Elisabeth era directora literaria y se decidió a mecanografiar el manuscrito para preservarlo y entonces se dio cuenta de que era una novela. Las hermanas decidieron entregar el manuscrito al Institut Mémoires de l’Edition Contémporain, una institución francesa que se encarga de preservar documentos de todo tipo para garantizar el conocimiento exacto de la historia del país.
Al final se decidieron a publicarla y consiguió el Premio Renaudot Denoël, por primera vez concedido a una obra póstuma (62 años después de su redacción) por su importancia (y eso que uno de los fines del premio es promoción a autores noveles). A partir de entonces, se reeditaron sus obras y se tradujeron a muchos idiomas. Tras esto, y como hemos leído en El ardor de la sangre, se encontró en el mismo maletín la parte que faltaba del manuscrito de esta novela y se editó.
Zaida
3 comentarios
Zaida -
Este observador va cambiando su posición en la novela hasta llegar al final donde se convierte en protagonista y motor de todo lo anterior.
Es lo que más me ha gustado de este libro: SU ESTRUCTURA.
Irène Némirovsky plantea un libro sorpresivo a pesar de su brevedad, como la vida misma, en la que nada es lo que parece y lo sencillo oculta más que lo barroco. A la vez que avanza la narración vamos descubriendo esa vida paralela y esas sombras que todos conocen en el pueblo pero de las que nadie habla.
La contraposición entre las pasiones juveniles y el "olvido" de las mismas en la senectud es un estudio muy bien desarrollado por la autora, que desgraciadamente no pudo llegar a esa edad para comprobarlo. Némirovsky es una aguda observadora de la realidad humana, una buena psicóloga que no prejuzga sino que expone, como ya nos demostró en "Suite francesa".
En definitiva, un libro más complejo de lo que parece y magnífico en su sencillez.
Feliz verano a todos.
Manoli -
En este pueblo aislado, donde cada uno vive su vida, también hay zonas oscuras, bien guardadas entre todos, hasta que un hecho trágico las destapa. ¿Cómo vivirán después?
Un libro interesante, que atrapa la atención pese a su simplicidad. Me ha gustado.
La juventud, representada por Collette, frente a la madurez de sus padres o Sylvio. Y una conclusión: la historia se repite, lo que nos pasa hoy ya sucedió ayer.
Mercedes -
Silvio, o Sylvestre, nos presenta la campiña francesa como un lugar bucólico y su familia como ejemplar. Su prima Hélène junto con su marido François y sus hijos, representan la felicidad y solidez. Con un lenguaje sencillo y depurado nos van contando su vida y la de sus primos. El relato empieza con el casamiento de Colette y el presagio de la vida tranquila y feliz que le espera.
Sin embargo todo se trunca con el fallecimiento del flamante marido y comienza a aflorar el gran secreto guardado durante años. Su autora lo perdona todo en aras de la juventud y a través de Silvio nos da a entender que el amor verdadero sólo se da en esta etapa de la vida.
No se trata solamente de las exigencias de la carne. No, no es tan simple. La carne se conforma con poco. Pero el corazón es insaciable; el corazón necesita amar, desesperarse, arder e cualquier fuego pag. 144.
Me ha llamado la atención sobre todo la forma en que está escrito. Su autora logra mantenernos entretenidos y sin sospechar lo que pasó años atrás. Brigitte dice que su madre se olvidó de ella y hace que el lector también. Cuando se destapa el secreto, Silvio, actor principal en el asunto, se desespera. Pero un secreto tapa a otro. Nos da a entender que la idílica vida de los habitantes del pueblo, no tiene de idílica más que el nombre.