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ANÉCDOTAS DE NAVIDAD.

ANÉCDOTAS DE NAVIDAD.

Como en otras ocasiones, queremos haceros una propuesta para amenizar la Navidad. ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez un episodio divertido en estas fechas en las que se mezclan alegrías y tristezas? Dejemos la parte seria y atrevámonos a sacarle partido a esa situación inolvidable que tanto nos divirtió.
¡Animaros a participar!

Para iniciar la serie, os dejo mi aportación.

Saludos

Inma

 

EL PADRE EZEQUIEL Y SOR MARÍA DE ESPAÑA.
      Una vez ocurrió esto que ahora os cuento,¡ no me lo invento, pasó de verdad!
      Hacía poco tiempo que me había establecido en mi nueva casa y por el mismo motivo, también hacía poco tiempo que me habían instalado el teléfono.
      Empezaba una nueva etapa en mi vida y estaba casi eufórica. Mi primera Navidad como anfitriona, el primer arbolito decorado enteramente por mí, mi nuevo aparato receptor y las posibilidades que este ingenio de la tecnología me ofrecía para comunicarme con mi familia, a la que tanto echaba de menos.
      Para entender lo que viene a continuación quizá tenga que poner en antecedentes a quien ahora me esté leyendo.
      Tengo un montón de parentela y de entre tanta prole colateral, tengo la satisfacción de contar con unos cuñados muy afectuosos y serviciales. Pese a que todos hablan perfectamente castellano, hay uno con una singularidad idiomática que se la confiere el hecho de haber nacido en otro país y tener como práctica habitual, residir en otros muchos (en uno cada vez se sobrentiende, no tiene la singularidad de la ubicuidad también, creo). En definitiva, posee un acento característico, peculiar y diferenciador que es inherente a él mismo, o eso creía.
      Pues bien, retomando el hilo vuelvo al teléfono y al uso y provecho que por aquel entonces hacíamos de este instrumento tan práctico, alámbrico y bastante menos avanzado que los de hoy día, que ni te informaban del número, ni de la llamada externa, interna, desconocida, no cojas que es publicidad, para qué coges que ya te he dicho que te iban a dar el tostón..., etc. Así claro, yo recibía llamadas solidarias pero insólitas de: - "el butanero, disculpe llevo a hombros las dos bombonas que nos ha encargado pero no encuentro su piso". El repartidor de pizzas con veinte pedidos. El taxista que llevaba dos horas esperándome en la puerta, y...
 
-Ja, ja, ja ¡que soy yo!
 
-¡Ah tú! (Este tú no era el cuñado del acento característico e inherente a él mismo, era otro con acento de andar por casa y de ahí mi confusión y mi error).
 
      En estas relaciones de comunicación y trato amistoso estábamos cuando el teléfono volvió a sonar.
 
-¿Diga?
       
      Y esta vez sí era una voz con acento característico e inherente a él mismo.
 
-Soy el padre Ezequiel. ¿Tendría la amabilidad de contactarme con la hermana sor María?
 
      Muy perspicaz yo, pensé: ¡vaya!, el otro también con las bromitas, desde luego... Bueno, le seguiré la corriente.
 
-¡Padre Ezequiel?
 
-Sí, atiendo.
 
-¿Desea hablar con la hermana sor María?
 
-Sí, pues cómo no, para desearle felicidades y dicha en la Natividad. Llamo desde Colombia, ¿le importaría contactarme?
 
      Haciendo gala de mi astucia seguí pensando: ¡y se creerá que disimula muy bien con tanto "palabro"!
 
-No se preocupe que ahora mismo le CON-TAC-TO (bien clarito). ¡¡¡SOR MARÍA!!! grité
 
Y cambiando de voz para recrear mejor la situación y al mismo tiempo hacer mejor el tonto (aunque esto último todavía no lo sabía) contesto:
 
-Sor María de España al aparato, perdone mi tardanza padre, pero es que estaba metiendo en vereda a las hermanas, ¡es que están disparatadas con tantas "tetillas de monja"! Se ponen moradas y luego ya se sabe...
 
-¿Cómo diceeeeee?
 
      Y no sé qué me iluminó, o más bien me "audifonó", pero una leve inflexión en la voz me hizo comprender que el padre Ezequiel no era mi cuñado, sino un padre Ezequiel de verdad que llamaba a una sor María de verdad desde la otra punta del mundo.
      La vergüenza y el atolondramiento se apoderaron de mí, que ya no daba pie con bolo, ni palabra con "inherencia" ni coherencia.
 
-Padre María, perdón hermana Ezequiel, bueno, señor, discúlpeme, es que verá, tengo un yerno, no un cuñado, que me gasta bromas y creí que era él..., por eso..., ¡Ay padre, que mal rato! No se crea, es que como aquí las monjas venden sus tetillas, las que hacen quiero decir. En fin... como le decía..., que me han instalado hace poco el teléfono y mi nuero, bueno, ese familiar, es muy gracioso..., y yo he pensado..., ¡qué vergüenzaaaaa!
 
      Así estuve un rato, hasta que el pobre padre, educadísimo y con una paciencia infinita, me dijo:
 
-No se preocupe señora, esto puede pasarle a cualquiera.
 
-¿Siiiiiii? ¿Usted cree?
 
-Creo (que no sé si se refería a creer de creer o de Creer, tan confusa me encontraba). Bueno, pero que como es conferencia voy a tener que interrumpir la comunicación. Le deseo una Feliz Navidad...
 
-Yo también le deseo una completamente felicidad navideña, o eso..., pero por favor, discúlpeme.
 
      Y el pobre hombre que no sabía cómo poner fin a aquella situación tan absurda, se despidió con un:
 
-No hay caso, adios señora, pi,pi,pi,pi,pi...   
 
      Ahí terminó mi anécdota, pero yo insisto: ¡PADRE EZEQUIEL, SI ME ESTÁ LEYENDO DISCÚLPEME, POR FAVOR!

2 comentarios

Zaida -

Me han gustado vuestras anécdotas y me he "partido la caja torácica" con Inma (lo que no te pase a ti, ya sea en avión o por teléfono...)
Lo mío no es una anécdota: es la forma en la que celebro el día de Navidad con toda mi familia materna (vamos ya por 44 miembros y miembras).
Nos reunimos todos en Alcalá de Henares porque la mayoría vive allí, pero venimos de diversos lugares de España (Guadalajara, Vigo, Orense, La Palma, Málaga) y del extranjero (Buenos Aires.
La comida se organiza en casa de unos tíos supergenerosos, que además de ofrecer el lugar y aguantar todo el jaleo, hacen unas ensaladas y unas caipiriñas de muerte).
Y tenemos nuestros rituales, tontos para el ojo de fuera, pero que a nosotros nos encantan: mi superabuela (95 para 96) llorando por vernos a todos juntos, la foto de mi madre y sus cuatro hermanas en el sofá (si vemos las fotos de los últimos 20 comprobaremos los buenos genes que espero haber heredado), los vinos exquisitos que yo no sé apreciar (pecado mortal: Prado Enea, Muga y los vinos sudamericanos que trae mi prima Elena), el lomo de la tía Circun, la carne de Galicia hecha por mi padre (y sus diferentes especialidades navideñas: gambas con bacalao al pil-pil, harira, marisquito, sopa de idem...), el brindis cantarín que dura una eternidad ("los que han nacido en eneeeeero que se pongan de pie,que alcen su copa llena de vino y beban hasta el final. Salud, salud. Los que han nacido en febrero........"), los regalos de Reyes (aunque sea Navidad) hechos por mi abuela para sus 14 nietos y 9 bisnietos (toallas bordadas, un camino de mesa, un jersecito para el más pequeño, un bolso hecha o con cremalleras...) y el baile con las caipiriñas y los dulces (siempre las mismas canciones pasadas de moda hace ya varias décadas, pero que todos cantamos con entusiasmo).
Este año la cosa va a cambiar: somos muchos y hemos decidido dejar de dar la lata a los Martínez. Nos vamos a juntar en un pueblo de Guadalajara para comer y pasar la noche. Eso sí, todos juntos y con el mismo brindis. Y, sobre todo, con nuestra abuela: LA MEJOR ABUELA, NO TENGÁIS NINGUNA DUDA, DEL MUNDO MUNDIAL.
¡Feliz Navidad a todos y que 2011 sea un año lleno de buenos libros y mejores recuerdos!

Mabel -

Como respuesta a la iniciativa de Inma de que contemos una anecdota de navidad ahí os dejo la mía .Como dirían los clásicos a vosotros os dejo el discernimiento de si lo que aquí se va a contar es verdadero o falso.Comencemos:
LLegó la nochebuena y como todas las nochebuenas la casa se llenó de ruidos,carreras y gruñidos de la abuela para que
todo estuviera perfecto en ese día.Mi hermano mayor,el bohemio de la familia ,el que podría poner en un mapamundi chinchetas con las caras de las novias que había tenido y no habría quedado ni un continente por señalar,decidió en el último momento aparecer con una chica rusa que medio chapurreaba el castellano y que llevaba algún tiempo fuera de su casa.
El respetable público podrá imaginarse la cara de la abuela ante la "invasión rusa"
pero como las reglas de la hospitalidad granadina son sagradas, Petrova (nombre con el que la chiquilleria bautizó a la rusa)fue recibida con toda cordialidad.
la cena transcurrió con alegria,chascarrillos,anécdotas y vino;¡ah el vino!,el vino,la nostalgia y la nochebuena hicieron estragos en Petrova que tenía un hijo de la edad de mi hija pequeña allá en Rusia.Petrova empezó a llamar a la abuela "mamma mamma"acompañados de abrazos ,exaltación de la amistad y cantos regionales ante la mirada asombrada pero superdivertida de todos los presentes que recordaremos esa nochebuena como la más divertida y a la vez entrañable de nuestra vida.