La hora estelar de los asesinos. Pavel Kohout. 1995.
Febrero de 1945, el mundo está a punto de derrumbarse, los soviéticos se hallan a las puertas de Praga y el final de la guerra se aproxima. En medio de ese caos, el joven subinspector Jan Morava, de la brigada criminal de Praga, se hace cargo de un caso estremecedor, el de un sicópata que asesina viudas cruelmente.
Prudentemente sobrecogida he leído este libro mezcla de crónica histórica y novela negra. Muy buena la elección del título, que se justifica más aún cuando el libro avanza. Se analiza la delgada línea que separa la civilización de la barbarie y la necesidad de no perder de vista y reforzar esa línea, para que no tenga lugar "la hora estelar de los asesinos".
La hora estelar...es un buen libro, sabe mantenerte en ascuas y trasladarte al momento histórico, me alegro de haberlo leído y sobre todo celebro haberlo terminado ya y poder pasar a otras historias que no me tengan el corazón en un puño.
Montse
La biografía de este autor checo es representativa de una gran parte de los escritores centroeuropeos. Nacido en Praga en 1928, su adolescencia transcurrió paralela a las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial, abrazó el estalinismo en los años cincuenta y, tras el desencanto de los años de influencia soviética, derivó en un comunismo reformista que posteriormente abandonó por el desastre en que acabó la Primavera de Praga y la influencia de su tercera esposa, Jelena Masinova (a la que está dedicado este libro). Su voz se alzó contra el régimen y fue expulsado del país, como otros tantos compatriotas e intelectuales.
Cuando cumplió 8 años estalló la Guerra Civil española y creció viendo cómo los checoslovacos seguían con atención el devenir de nuestro conflicto porque pensaban que aquello por lo que se luchaba en Madrid serviría para su Praga. Cuando cumplió los 16 se unió al levamiento popular contra los alemanes en retirada y se afilió al Partido Comunista Checoslovaco. Trabajó activamente para el partido: fue agregado cultural en la embajada de su país en Moscú, trabajó para la televisión pública (y única) y se le dio amplio reconocimiento oficial como dramaturgo y director de escena. El paso de los años le convenció de que la política nacional era dirigida desde Moscú y que su país seguía ocupado como en los años de la Guerra Mundial. Se sintió culpable y quiso enmendar sus errores. Fue uno de los promotores de la Primavera de Praga (enero-agosto 1968), un intento de reforma para adaptar el socialismo a las particularidades del país y hacerlo más humano. Con la llegada de las tropas del Pacto de Varsovia y el aplastamiento de la reforma, Pavel arroja su carné del partido al paso de los tanques y se enfrentó abiertamente a las autoridades del partido, también a través de sus escritos que se convirtieron desde entonces en parábolas o metáforas criticando la situación de su país. En 1969 fue condenado por “actividades contra el estado”, sin un juicio previo, y sus obras prohibidas en el país.
En 1977, junto a un grupo de veintidós intelectuales checos (entre ellos Václav Havel), redactó la conocida Carta 77, un manifiesto sobre los derechos humanos, en el que se denunciaban la persecución, presiones, frecuentes encierros en cárceles con tortura y censuras que sufrían (las relata en su autobiografía ¿Dónde está enterrado el perro?, pues también lo sacrificaron a él). La proclama tuvo gran repercusión a escala internacional (difundida por intelectuales europeos como Günter Grass) con las consiguientes represalias por parte del gobierno.
En 1978 decide salir por un año de Checoslovaquia para alejarse de las discusiones políticas y dejar que las cosas se templaran. Pidió un permiso y fue a Viena, porque su familia es de origen austríaco, para dedicarse al teatro. Consiguió el Premio Nacional de Literatura Europea de la República de Austria y se le ofreció ser asesor del Burgth Theater: “pensaba que los hechos pesarían suficientemente y, entre ellos, el haber conseguido durante este tiempo un importante premio literario”. Cuando volvía junto a su mujer, les retuvieron ocho horas en la frontera y, tras llegar a su casa, recibieron una llamada en los que se les informaba de que tenían que abandonar el país antes de tres semanas, tras los cual les cortaron el teléfono. Se les expulsó, les requisaron la vivienda y les quitaron la ciudadanía.
Fueron a Viena y tuvieron que esperar 11 años para volver a Checoslovaquia, hasta 1989 con la caída del Muro de Berlín. Desde que cayó el régimen comunista vive a caballo entre las dos capitales.
Sus facetas literarias son varias aunque prevalecen las de poeta y dramaturgo. Con 17 años empezó a escribir poesía, junto a sus estudios en la Facultad de Periodismo. Tras terminar la carrera, empieza a trabajar como periodista y a escribir libros infantiles. Será en los años 50, cuando era un convencido estalinista, cuando dé el salto a la poesía de forma profesional y se le empiece a reconocer en su país (Pobre asesino). Parece ser que no está muy contento con estas primeras obras: cuando alguien le pide que se las dediquen pone …”pido perdón”. Luego experimentará con el teatro y creará hasta 25 obras (Augusto, Augusto, Augusto, Cianuro a la hora del té) y con ellas su fama llegará al extranjero. Algunas de ellas se estrenaron en España de la mano del famoso actor teatral José Mª Rodero.
Cuando el gobierno checo prohibió representar sus obras, se dedicó a la novela: en ellas ataca el servilismo con el poder y realza el valor de la lealtad. Afirma: “Todas mis novelas tienen un carácter político pero soterrado; y en todas busco una fórmula que atrape al lector” y esto lo podemos comprobar en ésta que nos hemos leído. Destacan: Diario de un contrarrevolucionario y La verdugo.
La hora estelar de los asesinos fue comenzada cuando empezó la Guerra de los Balcanes. Kohout pensó en la situación yugoslava y vio que se parecía mucho a lo que él vivió durante el final de la Segunda Guerra Mundial: “en estos momentos de incertidumbre sale a la luz una clase de hombres sin escrúpulos que se creen con permiso para matar por una bandera, por una nación”, por eso, es su hora.
Como anécdota decir que pasó unas vacaciones en 1980 en Málaga.
Zaida
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Anónimo -
Mabel