Cabeza de perro. Morten Ramsland. 2005.
Salamandra Barcelona 2008
Tres años tardó en publicarse en España este acontecimiento editorial en Dinamarca. Demasiados, me parecen a mí, para una novela de saga familiar estupenda.
Debo decir que me encantan las historias de familias y, cuanto más raras, mejor. Y ésta lo es. O me equivoco, no lo es: lo que les pasa es como la vida misma.
La novela está narrada por un representante de la tercera generación de los Eriksson (cuarta, si contamos al bisabuelo Colmillo, presente en la historia), Asger que vive en Ámsterdam, pero que debe volver a Dinamarca porque su abuela BjØrk está moribunda y demanda su vuelta avivándole el recuerdo de las historias de la familia en el pensamiento de Asger. Así, el protagonista, mientras se va acercando a su tierra, se ve asediado por todo lo que sabe de estos noruegos que emigraron a Dinamarca: el cubista y alcohólico abuelo Askild, BjØrk que se reanima con las latas de aire envasado de su Bergen natal, el buscador de tesoros Orejotas, los tíos Cabezamanzana y la Pelma… y las miles de ramificaciones de este complejo árbol genealógico. Asger va intentando así exorcizar los fantasmas de su propia historia.
La narración es discontinua, con avances y retrocesos entre antepasados y descendientes, con una mezcla de personajes de diferentes épocas y con un relato minucioso de las excentricidades de todos aquellos que tienen relación con la familia Eriksson.
Asger va hablando para sí, por eso, no se preocupa de aclararnos algunos datos que le vienen a la memoria (aunque luego todas las piezas encajaran). La historia se la contará también a su hermana Stinne que colaborará y completará algunas lagunas. Todo parece caótico, porque lo es, pero creo que esa anarquía al contarla es uno de sus atractivos. Se nos exige atención a la hora de leer, no sólo para reconstruir la historia linealmente, también para distinguir a los personajes: los difíciles nombre noruegos y daneses, algunos muy parecidos (la abuela BjØrk y el amigo de Asger BjØrn), se nos complican con los sobrenombres (Orejotas, Pelma, Cabezamanzana, Colmillo, el Embustero) que casi todos tienen (muchos puestos por el patriarca alcoholizado y desastre humano, Askild).
Me ha recordado mucho al leerla a las novelas sudamericanas de realismo mágico, pues el elemento sobrenatural aparece, pero es una magia más sucia, más sórdida, nada que ver con los aparecidos de Isabel Allende que “ayudaban” a sus descendientes. La poética de esta prosa es de uso diario, de sucesos tan naturales como las adicciones (al alcohol, al juego, al sexo), los fraudes a Hacienda o las relaciones sexuales. Contado todo sin dramatismos, con un estilo un poco ingenuo, que acrecienta las miserias sin llegar a tener ese formato de “reality show” que impregnan estos temas cuando lo tratan malos escritores.
En el libro se coloca una cita de un periódico que dice: “Ramsland escribe como si fuera un camión de bomberos con la sirena puesta y a toda marcha” y creo que ha acertado completamente con el símil. Nos va arrollando la narración y es difícil dejar de leer (me ha molestado tener que leerla a trompicones); el autor te desestabiliza emocionalmente cuando te vas identificando con los personajes y vas odiando a algunos por sus miserias y comprendiendo a otros por sus errores. Además, hay episodios de gran hilaridad.
En definitiva, me ha encantado, aunque no sé si todo el mundo compartiría esta opinión, porque creo que se encuadra en esa categoría de libros raros con los que yo disfruto. De todas formas, se parece un poco con una de las novelas que nos vamos a leer: “Middlesex”, uno de mis libros favoritos, aunque éste ambientado en una familia de griegos turcos que emigran a Estados Unidos.
Destaco una frase que le repite el Orejotas Niels a su hijo: “No dejes que la oscuridad te atraviese. Es mucho mejor que atravieses tú la oscuridad”.
Zaida
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