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El lobo-hombre de Boris Vian (1947).

El lobo-hombre de Boris Vian (1947).

La puntuación obtenida por este libro en nuestro grupo es:

888856758,577Puntuación media: 7

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“…la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo…” (La espuma de los días, 1946)

El 23 de junio de 1959 se estrenaba la primera adaptación cinematográfica de una novela de Vian en una sala de París, Escupiré sobre vuestras tumbas. Tras disputas con el director, Boris había quedado fuera del proyecto. Por eso, entró a hurtadillas en el cine y, no sabemos si porque la película era bastante mediocre, murió sobre la butaca a los 39 años, víctima de una crisis cardíaca. Su muerte como su obra…
Que se celebrara en Francia el cincuentenario de su muerte sin duda le hubiera hecho reír a Vian, gran adepto al humor negro y “sátrapa trascendente” del Colegio de Patafísicos (ciencia inventada por los surrealistas, a los que tanto debía, dedicada al estudio de las soluciones imaginativas y las leyes que regulan las excepciones). El reconocimiento de su obra, tras la mitad de los años 60, póstuma y exponencial, parece aún bastante flojo, asociándole a una imagen de colegial a flor de piel (que tiene que ver con el éxito de su novela La espuma de los días entre los adolescentes franceses de esta década y la siguiente) o de sempiterno “desertor” (que se relaciona con un poema suyo muy famoso, del mismo título). De ahí la sensación de no saber a qué atenerse con Vian: ¿es el icono adolescente, polifacético simpático pero un poco vacuo o es el escritor glotón, heterogéneo, urgente, que introduce el jazz en la escritura (en Francia, porque ya antes lo había hecho John Dos Passos en Manhattan transfer, 1925) y que es capaz del laberinto narrativo de una sorprendente novela formalista (El otoño en Pekín, 1947).
 
Figura mítica del París de después de la 2ª Guerra Mundial, marcó la vida intelectual y artística francesa de una impronta singular. Boris Vian, escritor, poeta, cantante, escritor de letras de canciones, pintor, guionista, traductor de Asimov, crítico, músico de jazz e… ingeniero (“yo era ingeniero. No sabía nada de matemáticas pero era necesario tener un título serio para poder decir tonterías").

Yo no quiero ganarme la vida, ya la tengo”. Nacido en 1920 en una familia acomodada, su padre era un aristócrata que vivía de las rentas y que creía que todos los días eran domingo y que la vida existía para jugar. Y qué mejor que su gran casa en Ville-d’Avray  (sí, la misma ciudad que aparece en el cuento del lobo-hombre) con un extenso jardín-bosque, donde toda la familia inventaba juegos (sus tres hermanos y su hermama, a los que siempre estuvo muy unido, y sus padres). Su madre era aficionada a la música, lo que alimentó la sensibilidad artística de Boris (tocaba en esos momentos el violín) y sus hermanos, que formaron parte en su adolescencia de la primera banda de jazz de Francia.
El crack del 29 arruinó a su padre, lo que hizo que por primera vez en su vida tuviera que trabajar: de comercial de productos milagro… Ya no podían permitirse la gran casa y tuvieron que alquilarla y vivir en la casa del guarda. Al poco tiempo, Boris cae enfermo, un reumatismo articular agudo le origina una insuficiencia cardíaca que puso a su vida en precario para el resto de sus días. Los médicos auguraron que no pasaría de la cuarentena y él se aseguró de meter en estos años una vida de ochenta, incluso haciendo cosas que iban en contra de su salud (como tocar la trompeta). De esa conciencia de condena a pena de muerte le viene esa urgencia por vivir: cada día es un día ganado.
A pesar de estas desgracias, el espíritu de juego no abandona a la familia: hablan mucho y siempre de cosas sin importancia y están todo el día inventado juegos de palabras infantiles. Sus padres son muy absorbentes, siempre encima de sus hijos: todo les era permitido menos abandonar el domicilio familiar. Por eso, les construyeron una sala de baile en el jardín y se iban de vacaciones a una zona desértica con una playa para ellos solos.
Discapacitado por una salud muy frágil, nuestro autor recibe clases a domicilio y en esos largos días solo en casa sin sus hermanos, descubre la literatura y se afianza su gusto por la música, descubriendo el jazz, que en aquellos momentos aún no era muy conocido en Francia. Tras unos primeros momentos de reposo continúa su escolarización, siendo ésta brillante, terminando sus estudios secundarios a los 15 años, es decir, dos años antes de lo normal. Además aprende inglés por su cuenta, con lo que él llamaba el “método ABC”, es decir, con una zambullida en novela The A.B.C. murders (El misterio de la guía de ferrocarriles) de Agatha  Christie, convirtiéndose con los años en traductor de libros americanos. La enfermedad no merma sus deseos de juego y de fiesta: crea junto a sus hermanos, una pequeña sala de baile en el jardín de su casa que atrae a los jóvenes de Ville-d’Avray y que se hace tan famosa que incluso atrae a la juventud de los alrededores de París, deseosa de descubrir esa música nueva (se reunían hasta 400 personas). A estos adolescentes enamorados de la música americana se les llamaba “zazous”.

En 1939 evita ser movilizado por su precaria salud y comienza a estudiar Ingeniería en la sección de Metalurgia.
En 1940 la familia escapa de la llegada alemana y se instalan en Capbreton, en las Landas, donde conocerá a la que será su primera esposa, Michèle Léglise, con la que se casará en 1941 y con la que tendrá dos hijos. Ella será la inspiradora de sus primeras obras (La espuma de los días, se la dedica a ella, y El otoño en Pekín). Ella mecanografía sus textos (es bastante alucinante el proceso de escritura de Vian, ya que escribía sus manuscritos sin apenas tachaduras, con dibujos incluidos: su mujer cuenta que cuando ella lo destacó él se enfadó enormemente y le dijo que para eso había estado 22 años estudiando). También le hace descubrir la literatura anglosajona y le anima a traducir a Raymond Chandler.
Será ese mismo verano de 1940 cuando conoce también a Jacques Loustalot, llamado el Mayor, un chico de apenas 15 años que atrae fuertemente a Vian por su comportamiento delirante y excéntrico: serán amigos hasta la muerte accidental del Mayor en 1948.

Apasionado de la cultura del absurdo, de la exploración de ejercicios intelectuales de lo más surrealistas, Vian desarrolla una gran variedad de actividades como el Círculo Legâteux, un club de amigos donde se podía jugar al ajedrez, rodar cortometrajes, hacer aeromodelismo o a la práctica muy lúdica de versos de rimas imposibles bajo la batuta de Boris.
Se titula en Ingeniería y comienza a trabajar en la Sociedad Francesa de Normalización, que por una parte le permite escribir pero por otra le aburre bastante ya que le parece un trabajo de funcionario. Su espíritu de ingeniero siempre estuvo presente: le gustaba inventar cosas tanto reales (como una rueda sin cámara de aire que se usó en el tranvía de Saint-Étienne) o en sus obras (como el pianocktail que Colin, el protagonista de La espuma de los días, alter-ego de Vian, inventa: un piano que permite crear cócteles, según las notas y las cadencias que se toquen). En los años 50 se estaba en los inicios del desarrollo del ordenador y él se sentía conmocionado por una máquina que localizaba pasajes apócrifos de Santo Tomás de Aquino. Decía que, localizando las diferentes fórmulas musicales de las obras de Mozart (al que odiaba), se podía escribir como Mozart. Y tuvo la temprana intuición de lo que sería el desarrollo de la Informática y de las comprensiones y localizaciones de palabras como hoy lo hacemos con Google.

Publica sus primeros textos bajo seudónimos: tuvo muchísimos. Lo más sonado respecto a esto es un pastiche de novela policíaca americana, Escupiré sobre vuestras tumbas, que escribió bajo la personalidad de un supuesto escritor americano, Vernon Sullivan, y en la que él aparecía como traductor. La novela creó un gran escándalo y fue prohibida en Francia por su erotismo y violencia, aunque se convirtió en un bestseller.

La guerra termina y la vida vuelve a París, sobre todo la artística y cultural. Se abren locales, el jazz inunda la capital, los jóvenes se lanzan a una fiesta permanente en la que Vian participa. Nuestro autor se convertirá en el principal impulsor de la zona de Saint-Germain-des-Près, con sus “cavas” (subterráneos de locales) donde se tocaba jazz (aún hoy en día), en el club llamado Le Tabou. Será el anfitrión de Duke Ellington, de Miles Davis, de las más prestigiosas personalidades americanas de este género musical cuando llegaban a París. Son muchas las bandas de jazz por las que pasó, siempre con él como jefe.
Curiosamente también será el impulsor de Saint-Tropez como lugar de veraneo de moda.

Siempre tuvo una gran facilidad para hacer amigos. Tuvo contacto a lo largo de su vida con casi toda la élite cultural de París. Ya desde pequeño, gracias a su familia conoció a personas muy influyentes de las esferas musicales y literarias. Por ejemplo, cuando su padre tuvo que alquilar su residencia familiar, lo hizo a los padres de Yehudi Menuhim. Además de los músicos, destacan sus relaciones con Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Una anécdota, contada por su primera esposa, nos dice mucho de la relación que Boris tenía con las mujeres: tras una fiesta, le cuenta a su mujer que Simone de Beauvoir se había pasado la noche tirándole los tejos pero que él se había quedado paralizado; y es que, según su mujer, a Vian le imponían las mujeres fuertes e intelectuales; según ella, él decía “sé bella y cállate”.
Con Sartre mantenía una relación de atracción-repulsión, pues aunque le estimulaba intelectualmente no compartía su existencialismo ni su visión seria de la vida, así como rechazaba el aura de divinidad intelectual que emanaba (en La espuma de los días hace una caricatura del escritor, con un personaje llamado Jean-Sol Partre). Este rechazo alcanza su cota más alta cuando se divorcia de su primera mujer y ésta se acerca a Sartre.

Se divorcia de Michèle en 1949 y en 1954 se casa con la bailarina Ursula Kübler, que le acerca al teatro y a la ópera (hizo una que fue un fracaso estrepitoso: se hace actor, periodista, cantante y escritor de canciones. Ella también le acerca al Colegio de Patafísicos, creado a finales del s.XIX por Alfred Jarry (una gran influencia en la literatura de Boris), en el que ingresa como “Descuartizador” de primera clase. Miembros de este grupo son Ionesco, Jacques Prévert, Raymond Queneau.
El comienzo de la Guerra de Indochina le inspira a crear  un poema mítico en Francia: “El Desertor”, antimilitarista. Sus preocupaciones políticas, muy influenciadas por Sartre, comienzan en esta época. Sus ideas son antimilitaristas y anticlericales.

Se le considera el introductor del género de la ciencia-ficción en Francia.

Boris Vian dejó tras de sí una obra moderna e insólita. Por su sentido del humor mezclado de desesperanza, su gusto por lo absurdo, su irreverencia y sus decisiones contestatarias, Boris Vian se convirtió en una figura reverenciada por las jóvenes generaciones.
Traslada el lenguaje del jazz a la literatura: su escritura surge improvisada, su palabra arrastra, sin saber adónde va.
La forma corta del poema se prestaba a su espíritu acelerado; de un verso al otro, la poesía juega a desbaratar las expectativas: las rimas son libres y sagaces, con juegos de palabras bilingües y hasta los títulos mismos de los poemas parecen cajas sorpresa: La vida es  como un diente, Moriré de un cáncer de la columna vertebral.
La escritura con Vian es un medio de liberación de la ilusión, jamás una finalidad moral o estética. Es como un solo de Charlie Parker.
Vian desmenuza científicamente el lenguaje: la palabra divagante, los juegos de palabras, los juegos literarios sobre el lugar de las letras, la utilización de los contrarios, neologismos y juegos de sonoridad son su constante. Nada es gratuito: hay referencias ocultas, históricas o relativas a su vida personal.
Su obra está muy influenciada por el surrealismo, aunque sobre todo por uno de los precursores de este movimiento, Alfred Jarry y su Ubú rey y la Patafísica. También hay mucha influencia de las Matemáticas.
La ironía es otra de sus armas.

Zaida

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